viernes, 9 de enero de 2015

San Juan Piaxtla: Con el cuidado con el que se peina una mujer

San Juan Piaxtla (del náhuatl Pia, asegurar; axtla:axtlahua: aixtlahua: estarse peinado; que significará El lugar en donde se asegura estar peinado).

San Juan va a ser uno de los santos que se agregará con mucha facilidad a la nueva toponimia de las comunidades indígenas en México y en Izúcar no será la excepción. Aquí va a ser el Santo Patrón que deberá poseer don de ubicuidad, ya que se lo pelearán barrios vecinos, mismos que aseguran no estar confundidos con el Juan al que adoran, reafirmando que es el Bautista y no el Evangelista, al que allí le tienen reservado siempre el lugar de honor.

Con respecto al de este barrio no hay ningún problema, ya que su vestimenta de asceta, su cruz con asta larga y banderín y un cordero echado a sus pies, demuestra que es, sin lugar a dudas, el bravo predicador, que insolente ante las desviaciones de las costumbres religiosas de los poderosos de su época, atacó el orden establecido para anunciar la llegada de Jesús.

A los habitantes del lugar, el párroco Márquez los invitará al rescate del bellísimo altar de estilo barroco indígena, que en condiciones no muy bien conservadas encontró desde la primera vez que lo visitó, antes del año de 1940, en un paseo que seguramente estaba haciendo por el rumbo para adentrarse en el paisaje rural que le ofrecía esta ribera del río, cuyos terrenos planos y labrados le habrán seguramente recordado la campiña italiana, que en sus tiempos de estudios de juventud dejó plasmada en su mente la imagen de los establos que tantos productos lácteos producían en aquel país, siendo el sostén de muchas familias y comunidades rurales de esa nación europea.

Ya como párroco volvió mucho más seguido a este sitio, para supervisar el cuidado con el que estaban restaurando el portal de entrada al patio de la iglesia, su fachada, cuyos colores rompían con la solemnidad con que el barrio vecino de San Diego presentaba su templo, y que aquí le daban su toque especial, pero sobre todo su altar, que en sí mismo representaba la esencia de la libertad de los planeadores y constructores españoles originales de la capilla (levantada en el siglo XVII) dejaron a los artistas indígenas de la época, para que simplemente, como el Padre Márquez en estos momentos reproducía, plasmaron su capacidad de creación al servicio de Dios.

Es muy seguro que en muchas de estas visitas comenzará a mostrarse en Arturo Márquez el ánimo de poder trabajar un establo por el lugar, y demostraría con todo esto, a la misma gente, la posibilidad de tener para la región un nuevo proyecto económico, que ayudara al buen desarrollo social, no sólo de esta zona, sino de una comarca en la que se pudiera construir un nuevo paisaje socioeconómico, tan indispensable todavía para ocupar a tantas manos, que por falta de empleo, tiene que ir a dejar sus mejores esfuerzos en el país del norte.

Este proyecto lo fructificará en poco tiempo (aunque no pudo socializarlo en la comunidad) como lo hizo con la levantada del templo, en donde la comunidad logró integrarse al trabajo como en antiguos tiempos, pensando siempre en presentar la mejor cara del barrio a partir de su iglesia.

Así, como arreglando cuidadosamente la cabellera de una mujer, el barrio adquirirá de nuevo su centro de adoración y fisionomía, por la paciencia y dedicación del trabajo logrado realizar por el párroco y la comunidad. La blancura de su fondo hacía más vivaces sus colores del frente.

Al irse el padre de Izúcar a cada templo le ocurría algo, un detalle, una construcción-destrucción, que hablan de la poca sensibilidad de sus encargados de cuidar esta obras arquitectónicas coloniales, tanto a nivel oficial como religioso.

A San Juan Piaxtla, lo que puede ser reversible todavía, le es colocado un techo de lámina, cuya estructura de vil fierro, oculta a la vista el fabuloso frente de ese barroco indígena que con tanto esmero se levantó en el pasado, imponiendo ese sello característico de las construcciones en la comunidades autóctonas del país, y al mismo tiempo convenciendo a los conquistadores españoles de la capacidad de arte que esas manos indígenas sabían tener.

Razo Hidalgo, E. (2008). La Reconstrucción: La vida de Izúcar de Matamoros en tiempos de Arturo Márquez Aguilar. Izúcar de Matamoros, Puebla, México: H. Ayuntamiento.

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