Autor del artículo: Alfonso Gil Campos
Para muchos, el despertar y abrir los ojos a un nuevo día es un milagro; muchos milagros
ocurren durante nuestra vida misma, sin embargo, el tema que hoy abordaremos
ocurre precisamente un 24 de septiembre de 1909, a casi un año de que iniciara
la Revolución Mexicana y que trajera
graves consecuencias económicas, sociales y sobre todo en la misma población al
haber hambre, enfermedades y muerte.
Pues bien, hace 106 años, ocurrió un milagro y del cual se
convirtió en leyenda que fue pasando de generación en generación hasta que casi 50 años más tarde, el Señor Cura Don
Arturo Márquez Aguilar recoge y manda imprimir en una hoja esta narración y no es sino hasta hace unos años que la
Maestra Josefina Esparza Soriano radicando ya en Izúcar de Matamoros, escucha esta narración y le imprime su toque literario para
convertirla en una bella leyenda.
“Izúcar, la cálida, la heroica ciudad, puede agregar un
adjetivo más a su nombre: legendaria, porque
al amparo de su clarísimo cielo
se han acompañado un gran número
de leyendas que sus habitantes repiten con fervoroso respeto como la mística
leyenda de La Virgen que Lloró la cual
narraremos a continuación.
El tiempo transcurría, lento, a lo velardeano: “las campanadas caían como
centavos”… desde las torres de la parroquia, entendiéndose por toda la
ciudad debido a los escasos ruidos en
aquella tranquila época en esa tierra de cañaverales, allá por las postrimerías
del siglo XIX, por lo tanto, antes del movimiento revolucionario que vino a
cambiar bruscamente la fisonomía de las provincias poblanas.
Pues bien, por aquellas fechas vivía una modesta familia en una insalubre “accesoria” de la “Calle de la Acequia Chiquita”, actualmente, Segunda Calle de Victoria, cuyo dueño era el conocido terrateniente Don Néstor Torres. La familia trabajadora que habitaba es esa casa estaba formada por el jefe: Don Rafael Soriano, felizmente casado con Doña Nazaria Flores y padres de una tímida y soñadora jovencita, aproximadamente de 16 años, cuyas virtudes eran conocidas por todo el vecindario.
Pues bien, por aquellas fechas vivía una modesta familia en una insalubre “accesoria” de la “Calle de la Acequia Chiquita”, actualmente, Segunda Calle de Victoria, cuyo dueño era el conocido terrateniente Don Néstor Torres. La familia trabajadora que habitaba es esa casa estaba formada por el jefe: Don Rafael Soriano, felizmente casado con Doña Nazaria Flores y padres de una tímida y soñadora jovencita, aproximadamente de 16 años, cuyas virtudes eran conocidas por todo el vecindario.
Todo en ese humilde hogar denotaba pobreza, decadente y escaso mobiliario: dos añosos catres
rechinantes, cubiertos por limpias colchas de “parches”, confeccionadas por la
paciencia y laboriosidad de madre e hija de Don Rafael, en un rincón de la
habitación, en una mesa de pasado esplendor, la imagen de una virgen de los
Dolores que iluminaba y embellecía toda la casa y enviaba sus resplandores
hacia la calle, puesto que durante el
día la puerta siempre estaba abierta. La
imagen había sido regalo de bodas de una vieja dama de un pueblo de el estado de Guerrero, tía de doña
Nazaria, esta mujer devota de la dolorosa le encargó a su hija Ana María que fuera “al campito” a traer
flores para el “altarcito” de la mencionada Virgen de los Dolores.
El marco de la imagen estaba despintado casi en su totalidad y tenía una madera aun olorosa de las que se cultivan en el estado de Guerrero, tan apreciadas en la actualidad, por la noche la imagen era iluminada por la mortecina luz de una veladora que nunca faltaba, aunque la miseria era apremiante, pues cada día el pago de la semana era la primera compra que hacía el matrimonio Soriano.
El marco de la imagen estaba despintado casi en su totalidad y tenía una madera aun olorosa de las que se cultivan en el estado de Guerrero, tan apreciadas en la actualidad, por la noche la imagen era iluminada por la mortecina luz de una veladora que nunca faltaba, aunque la miseria era apremiante, pues cada día el pago de la semana era la primera compra que hacía el matrimonio Soriano.
La bellísima imagen a pesar del dolor que manifestaba por el suplicio del hijo amado, estaba pintada al óleo, tal vez un anónimo pincel de
España o de México, ya que era muy frecuente en aquel tiempo en que la mayoría de las imágenes
llegaban de Italia o España. Esta imagen tan famosa en el mundo católico tenía algo irreal, cierto magnetismo
que irradiaba haciendo que todo el mundo que pasaba por esa calle se detenía a
contemplar la imagen por unos minutos,
aunque la invadiera la prisa por llegar a su destino.
A pesar del aparente abandono en que se encontraba la imagen, pues estaba colocada en un rincón de la pobre habitación, su color violeta se clavaba en la mirada de los admiradores haciéndolos sentir una agradable sensación de optimismo y tranquilidad aunque esta virgen es fiel retrato de la tristeza, el puñal que atraviesa el pecho de ella, es tan natural que se puede tocar.
A pesar de ser el simbolismo del dolor de la virgen, junto a la que parece una peña, los tres clavos ensangrentados por el suplicio de Cristo, aquel viernes inenarrable, preámbulo de todo el mundo cristiano hasta unos días. El rostro de la virgen a pesar de verse ensombrecido por el dolor irradia una inmarcesible luz que ilumina la vida de quienes la contemplan.
A pesar del aparente abandono en que se encontraba la imagen, pues estaba colocada en un rincón de la pobre habitación, su color violeta se clavaba en la mirada de los admiradores haciéndolos sentir una agradable sensación de optimismo y tranquilidad aunque esta virgen es fiel retrato de la tristeza, el puñal que atraviesa el pecho de ella, es tan natural que se puede tocar.
A pesar de ser el simbolismo del dolor de la virgen, junto a la que parece una peña, los tres clavos ensangrentados por el suplicio de Cristo, aquel viernes inenarrable, preámbulo de todo el mundo cristiano hasta unos días. El rostro de la virgen a pesar de verse ensombrecido por el dolor irradia una inmarcesible luz que ilumina la vida de quienes la contemplan.
Después de estas reflexiones sobre la espiritualidad de la dolorosa volvemos a nuestro relato.
Un día en que las dos mujeres de nuestro relato se encontraban
afanosas desempeñando sus labores
hogareñas, la joven Ana María, quedó perpleja: vio que de los ojos de la Virgen
brotaban auténticas lágrimas que corrían
por las mejillas y se perdían en el marco deteriorado de la imagen,
incrédula por esta visión, tocó la humedad de las mejillas de la virgen y no
pudiendo controlar su nerviosismo, lanzó un grito de estupor mezclado con
alegría. Al oír gritar a su hija en forma desacostumbrada, la madre, que estaba en el otro extremo de la habitación
preparando la frugal comida, junto a un tosco anafre de barro, asustada
interrogó a su hija.
-¿Qué te pasa hija mía? ¿Te picó un alacrán? (animal muy común en Izúcar) dame tu mano te voy a curar con ajo.
-¿Qué te pasa hija mía? ¿Te picó un alacrán? (animal muy común en Izúcar) dame tu mano te voy a curar con ajo.
-¡No mamá! Gritó la muchacha, la virgen ha llorado… ¡Mírala!
La madre comprobó la veracidad de las palabras de la hija, tocando la mejilla de la virgen todavía húmeda. Surcó su mente la palabra milagro y quiso hacer copartícipes de tal hecho a sus vecinos.
Pasada la sorpresa a su llamado Don Agustín Verdín y Doña Luisa Cuevas y ésta acompañada de su hija María Montaño…
llegaron a la habitación de los Soriano, dispuestos a contemplar el milagro que
su vecina les había participado entre voces entrecortadas por la emoción, se arrodillaron y santiguaron frente a la virgen venerada y
poco a poco atraídos por la noticia empezaron a llegar más vecinos, pues
llamaba la tención de todos los que pasaban, la aglomeración que se iba
formando hasta la calle donde habitaba la modesta familia y un hombre ya
entrado en años y seminarista en su adolescencia pronunció las conocidas
palabras:”¿Quist est homo, qui nom floret
chisti natren si dideret in tanto supplicio?”. Que traducido a
nuestro español es: ¿Qué hombre no
lloraría, si viese a la madre de Cristo en tan atroz suplicio?
En la provincia poblana todos los habitantes forman una gran
familia y ante este hecho sobrenatural, todo el pueblo matamorense se volcó
pleno de fervor ante la imagen realmente
milagrosa y aquel humilde hogar fue en unas cuantas horas el polo de atracción de todos los matamorenses , de todos los
rumbos de la ciudad se presentaban
verdaderas romerías, todos querían presenciar el milagro de la Virgen que lloró
frente a la ingenuidad de la virtuosa chiquilla, esta noticia pronto
traspasó los límites de la ciudad y las poblaciones circunvecinas llegaban en carretas, asnos o caballos, un
gran número de creyentes que no querían quedarse sin conocer a la Virgen
milagrosa. También llegó la noticia a los oídos del cuerpo sacerdotal, estos
sacerdotes se presentaron ante los
miembros la familia y sus vecinos les
dijeron que sólo había sido una alucinación de la hija, que no era posible tal
milagro y a pesar de las súplicas del vecindario, los sacerdotes no hicieron
caso de sus peticiones de rezar allí mismo una
misa por tan inaudito Milagro.
El señor cura de Izúcar, ese día no se encontraba
en la ciudad, pues había ido a ciudades vecinas a cumplir con su
ministerio, sin embargo a tantas súplicas de los vecinos del matrimonio
Soriano, enviaron a un mensajero a avisar al señor cura que su presencia era
requerida urgentemente por tal motivo.
Una vez que le señor cura llegó a la casa, tantas veces mencionada se arrodilló frente a la imagen y después de
interrogar detenidamente a la familia, comprobó la realidad de los hechos la
virgen presentaba los párpados
enrojecidos por el llanto y todavía frente al sacerdote resbaló una gruesa
lágrima, ante esa evidencia el señor cura dirigió a los feligreses una
magnífica alocución y se organizó un monumental rosario a la imagen del milagro que no solamente era capaz de
llorar, sino que para dar mayor muestra a los fieles, llegó a sudar ante ellos,
quienes vieron una diadema luminosa sobre la frente de la virgen hecha con gotas
de sudor.
El pueblo matamorense quedó maravillado y agradecido por tal
privilegio ser ellos los testigos de un hecho milagroso en que La Virgen de los
Dolores, dentro de un despintado marco de madera había cobrado vida
inexplicablemente y ofrecer al pueblo el llanto, ya no por su hijo, sino por
todo el pueblo ya que todos se consideraban hijos de la Virgen y ella como la
madre espiritual de todos los católicos estaba afligida por los Dolores de
todos sus hijos que sufrirían el ver desmembrarse familias enteras con el
pronto advenimiento de un movimiento armado que ya se vislumbraba en aquella
época. Así lo interpretaron los más
fervientes creyentes de los milagros de la Virgen, tiempo después.
Más tarde, después de una serie de visitas al humilde hogar
donde se encontraba “La Virgen que Lloró” según palabras de los vecinos y de
considerar aquel cuadro como sagrado, la noticia seguía electrizando a todo el
mundo católico, el matrimonio recibía jugosas dádivas de los visitantes que
recorrían muchas leguas para poder ir a
postrarse ante la virgen a la que
tocaban levemente con su labios por temor a profanar con sus besos la imagen
venerada, a todas horas hacían guardias frente a la imagen, grandes cantidades
de flores adornaban su altar a tal grado que toda la calle de la ciénega
chiquita, desparramaban aromas hacia las calles vecinas, los fuereños que no
conocían la ciudad eran guiados por esos aromas, todo el pobre cuartucho se
convirtió en un inmenso altar, los habitantes del mismo vivían, ya entre las
galas de las familias más acaudaladas de la ciudad acosados por la infinidad de
invitaciones que recibían como recompensa por ser los escogidos por la Virgen
para la realización del milagro.
Un reconocido católico de la ciudad, invitó a los vecinos para dedicar diariamente una misa
a la dolorosa, desde luego acompañada por las más prestigiadas voces de damas
católicas que formaban un coro monumental. Una piadosa señorita de la localidad
llevó a dos inocentes niñas, las hermanitas Carmen y Refugio Ibarra ante
quienes la Virgen volvió a llorar…la inocencia de las niñas enjugó el llanto de
la virgen.
Pasados algunos días del milagro y en una de esas
espléndidas noches matamorenses llegó el señor cura , a pesar de la evidencia,
todavía incrédulo, al rezar ante la imagen
y al estar ensimismado en sus oraciones, de pronto observó que del
rostro de la virgen brotaba un regio resplandor que los hizo temblar de pies a
cabeza y, tremendamente conmovido ante esa nueva prueba como respuesta a su
incredulidad permaneció arrodillado frente
a la virgen y tomó una decisión definitiva : dijo a los dueños de la
imagen que no podía permanecer más
tiempo en ese humilde rincón, que posiblemente había hecho el milagro porque al
igual que la Guadalupana en otro tiempo, lo que deseaba era tener un lugar
propio para permanecer todo el tiempo venerada por los feligreses, que esa
imagen aunque a ellos les perteneciera, debería estar en un lugar digno de ella
y ese lugar debía ser la Iglesia de Santo Domingo donde ya le habían preparado
un altar.
El matrimonio entre lágrimas y oraciones entregaron la
imagen al Señor Cura para que fuera colocada en el altar que ya estaba
preparado para ella, donde a través del
tiempo todo el pueblo la reverenciaría.
Actualmente el pueblo matamorense sigue venerando esta
imagen en el templo de Santo Domingo, como lo anunciara aquel preclaro
sacerdote que eligió para ella ese lugar. El matrimonio Soriano ha desaparecido, pero el pueblo a través de
los descendientes de algunos testigos de aquel hecho, sigue narrando a las
nuevas generaciones aquel famoso milagro de la Virgen que Lloró.
Esta historia, nunca perdida entre las márgenes del tiempo,
ha hecho del pueblo matamorense un profundo conocer de todas las tradiciones y
leyendas, y este hecho que algunos narran como real, por obra y gracia del
tiempo ha venido a enriquecer más la legendaria ciudad de Izúcar de Matamoros.
Así han nacido todas las leyendas que perfuman el suelo
poblano: un hecho real se transforma a través del tiempo en leyenda, por
inverosímil y milagroso y al repetirlo continuamente a través de generaciones,
va entretejiendo el ropaje de la leyenda ya que en la actualidad es
inexplicable un hecho así, puesto que estamos viviendo una etapa histórica
donde predominan la ciencia y la técnica
y estas no se atreven a interpretar el velo sutil de la fantasía que adorna las
leyendas de Puebla.”
Hasta aquí la hermosa leyenda que enmarcó magistralmente la
Maestra Josefina Esparza Soriano y damos paso a las festividades, recordando a
la Señorita Josefita Espinobarros quien por muchos años tuvo a su cargo las Misas de cada mes y la
Festividad; posteriormente Doña Virginia Ruiz de Armenta; así como Carmelita Campos Armenta, apoyada por
vecinos devotos de la Virgen que Lloró;
actualmente el encargado de llevar a cabo las festividades a nuestra Virgen
, es el abogado Noé López García.
Cabe destacar que será este jueves 24 de septiembre en que se
realizará el Santo Rosario a las
5 de la tarde en la Parroquia de Santo Domingo, para posteriormente dar paso al
Procesión por la calle Benito Juárez, Calle Victoria, haciendo un alto donde se
apareció la Virgen; para
posteriormente continuar por la Calle Guerrero y Calle Reforma, y finalmente entrar al templo de Santo
Domingo donde se oficia la misa aproximadamente a las 7:30 de la noche.
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