AUTOR: RAÚL MARTÍNEZ VÁZQUEZ
El origen de este templo parroquial se remonta al momento en que los destinos de la entonces diócesis de Puebla de los Ángeles, eran dirigidos por el obispo y beato Juan de Palafox y Mendoza; fue entre 1640 y 1649, cuando este prelado ocupó la dignidad episcopal angelopolitana, tiempo en el cual pudo visitar gran parte de las parroquias que formaban la diócesis, que en ese momento tenía un territorio vasto, incluyendo nuestro Izúcar que visitó en 1644.
El origen de este templo parroquial se remonta al momento en que los destinos de la entonces diócesis de Puebla de los Ángeles, eran dirigidos por el obispo y beato Juan de Palafox y Mendoza; fue entre 1640 y 1649, cuando este prelado ocupó la dignidad episcopal angelopolitana, tiempo en el cual pudo visitar gran parte de las parroquias que formaban la diócesis, que en ese momento tenía un territorio vasto, incluyendo nuestro Izúcar que visitó en 1644.
Un aspecto relevante de la gestión de Palafox fue el
proceso de “secularización” de las parroquias; en pocas palabras este proceso
consistió en quitar a los religiosos de las órdenes franciscana, dominica y
agustina, la administración parroquial que tenían hasta entonces. En el caso de
Izúcar, la parroquia estaba a cargo de los padres dominicos quienes habían
llegado a la región por lo menos desde 1533 para evangelizarla.
Como era de esperarse los religiosos opusieron resistencia
a la disposición palafoxiana, la cual tenía fundamento en decretos reales,
generándose un fuerte conflicto; ante este panorama Palafox se dio a la tarea
de fundar nuevas parroquias en pueblos donde existían frailes con funciones de
curas, como sucedió en Izúcar con la parroquia de Nuestra Señora de la
Asunción. El Archivo Parroquial de Izúcar (APIM) resguarda un documento que da
fe de la erección de esta nueva parroquia en 1641; allí se asienta el nombre de
los curas nombrados por el Racionero de la catedral poblana Juan de Merlo, a
nombre del obispo Palafox, se trata de los bachilleres Diego Bautista Rodríguez
y Juan Hurtado de Quiroz[1].
Si uno observa en algunos lugares de Puebla como Tepeaca,
Cholula o Huejotzingo, notarán que existen en la plaza dos iglesias, una de las
cuales se encuentra asociada a un antiguo convento. Pues bien esto se debe al
proceso de secularización ya comentado; en el caso de Izúcar, en la plaza mayor
o zócalo, en su costado oriente se ubica el templo parroquial de Asunción, sin
embargo la parroquia de origen dominico no está en la plaza sino unas calles al
sur, pero responde al mismo patrón; un caso similar al de Izúcar es
Tecamachalco donde el templo conventual de origen franciscano tampoco se ubica
frente a la plaza principal.
El cronista izucarense, Manuel Sánchez informa que antes
de edificarse la parroquia de españoles, estos ocupaban como parroquia el
templo de Santiago Apóstol, Santiaguito, el cual correspondía al barrio de
Santiago Mihuacán[2] .
Con la disposición palafoxiana Izúcar tuvo a partir de 1641 dos parroquias que
en documentos posteriores se diferenciaron como el curato de españoles
(Asunción) y el de naturales (Santo Domingo); por si hubiera alguna duda de
esto tanto en documentos del archivo parroquial como en censos levantados en la
diócesis aparece tal distinción.
El diario del obispo Palafox informa que cuando hizo la
visita pastoral a Izúcar en julio de 1644, el cura era el licenciado Jacinto
Calderón, quien estaba asistido por los licenciados Nicolás de Nava y Diego
López de Nava. Ya para la época de la guerra de Independencia este templo fue
testigo de la primera celebración por el inicio de la lucha independentista en
Izúcar, la cual consistió en dos misas solemnes los días 16 y el 17 de
septiembre de 1812, las cuales fueron promovidas por don Mariano Matamoros,
quien participó en la celebración al lado de su estado mayor[3].
Fue hasta 1904 durante el episcopado de don Ramón Ibarra
y González, cuando las dos parroquias izucarenses se unieron en una sola,
quedando con el título de Santa María de la Asunción[4]; en 1907
el mismo prelado vino a bendecir las obras de restauración del templo[5].
El 13 de agosto de 1926 se entregó el enrejado y el trabajo de cantera en pisos
y escalinatas, lo cual fue patrocinado por las colonias libanesa y española[6];
testimonio de ello son las placas ovales de mármol que todavía se pueden ver en
la barda atrial, las cuales tienen el nombre de los donantes. Con la llegada a
Izúcar del cura Arturo Márquez Aguilar, el templo parroquial sufrió una
importante remodelación en su interior, esto fue en 1945, la cual le dio la
fisonomía que hoy tiene.
Por las características arquitectónicas del inmueble,
este puede asignarse al siglo XVII; el edificio tiene una planta de cruz
latina, a la cual se le agregaron capillas laterales (dos en cada lado). Su
fachada consta de dos cuerpos, teniendo ambos pilastras dobles flanqueando un
paño central; en el caso del primer cuerpo este tiene un arco de medio punto
que da entrada al recinto y en cuanto al segundo el elemento central es la
ventana coral en forma de óculo, bajo la cual hay un nicho vacío; tanto los paños
centrales como los intercolumnios y las enjutas del arco de entrada presentan
decoración trabajada en argamasa. El reloj que se ubica encima de la ventana
coral data de 1864. El interior en la actualidad es más bien neoclásico,
producto de las remodelaciones que ha sufrido tanto desde el siglo XIX como en
la segunda mitad del XX.
Por un inventario del siglo XVIII[7] podemos
tener una idea de la fisonomía que tuvo el templo antes de la llegada de la
moda neoclásica; en dicho documento se menciona la existencia de retablos de
madera estofada, de los cuales el del Altar Mayor constaba de dos cuerpos y
remate, teniendo las esculturas de la Asunción, San Felipe Neri, San Cayetano,
Santo Tomás, San Carlos, San Pedro y San Pablo así como tres pinturas en el
segundo cuerpo; este retablo debe haber sido una obra destacada y se menciona
fue hecho de limosna por el Licenciado Félix Pérez Delgado con una ayuda del
entonces párroco Tomás de la Higuera y siendo su costo total de 1100 pesos; el
referido licenciado Pérez fue un clérigo, dueño del ingenio de San
Nicolás Tolentino en la segunda mitad del siglo XVII. El templo además tenía
retablos dedicados a Jesús Nazareno, la Inmaculada Concepción, otro de la
Asunción, San José, Altar de Ánimas y el de la Soledad que se encontraba en una
capilla.
En la actualidad considerando las características de las
imágenes todavía con culto, podemos suponer como parte de lo mencionado en el
inventario la imagen de la Asunción que se encuentra recostada en una urna, en
el brazo izquierdo al presbiterio (en el inventario se menciona una imagen de
la Asunción en su sepulcro y con bidriera) y la escultura que
hoy día se venera como el Divino Preso, ubicada en un nicho, entrado al templo
a la izquierda (este nicho era originalmente la entrada al bautisterio que hoy
día es un salón de actividades parroquiales), la cual seguramente era la que se
enlista como de bulto en el altar de Jesús Nazareno donde también había un
lienzo.
[7] APIM, Caja 111, Exp. de Fábrica.
*Publicado en Cofradía de Identidades, Números 16-17, Año V, julio-agosto 2014/sep-oct 2014, Consejo de la Crónica del Estado de Puebla
*Publicado en Cofradía de Identidades, Números 16-17, Año V, julio-agosto 2014/sep-oct 2014, Consejo de la Crónica del Estado de Puebla
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